viernes, 7 de septiembre de 2012

A QUIEN MADRUGA...



No me gusta madrugar.

Simple y llanamente. No me gusta madrugar, y entiendo por madrugar el hecho de que suene el despertador. Me da igual que sean las cuatro de la tarde, si no te despiertas por ti mismo, si necesitas ayuda externa, sea el pi-pi-pi-pi del un reloj o alguien que te sacuda el hombro, con más o menos mimo, pero que te sacuda, estas madrugando.

Por eso intento apurar las horas de sueño todo lo que puedo. Esto es, que si tengo que estar a las ocho en un sitio y calculo que necesito  veinticinco minutos para espabilarme, arreglarme y  llegar, esa máquina de Satanás  sonara a las ocho menos veinticinco.

¿Cuál es el problema de esto? Que me veo obligado a fiarme de la suerte y de la buena voluntad de las personas que me rodean. Y aquí estriban mis dificultades de hoy. Os cuento:

Como he dicho, el cacharro ha sonado a las siete y treinta y cinco minutos. O eso me han dicho, porque yo jurare delante de dios que esa maquinita no ha sonado, lo que ha llevado a que sea mi esposa la que me ha tenido que sacudir mientras decía:  eh eh que te has dormido.

-mierda- he gritado mientras saltaba. Y creo que esa expresión resumía perfectamente el torrente de improperios, tacos y blasfemias que tenía en la cabeza. Me levante de un salto mientras ya buscaba la ropa, me vestí en más o menos unos doce milisegundos y Salí de la casa sin decir ni adiós. 

Ya tuve tiempo de decirlo cuando tuve que volver a entrar porque me había dejado en teléfono. El teléfono que siempre está encima de la mesa de la cocina. Siempre, no, siempre no, porque precisamente hoy al jodido aparatito parece que le habían salido patitas y decidió darse una vuelta por la casa.- ¡donde está el puto teléfono¡ ha sido la variante de buenos días que le he dicho a mí mujer, la cual en su infinita paciencia me responde: ¿has mirado en la mesa de la cocina? Nooo. ¡Ahí no he mirado! Tú qué crees? Pues claro que he mirado y ahí no está. ¿Dónde coño esta mi teléfono? 

Así que he recurrí a lo fácil, cogí el fijo, marque mi numero y entonces mi bolsillo trasero empezó a sonar. Mierda (otra vez lo resume todo) Salí corriendo otra vez , parándome en la puerta del ascensor y pulsando el botón unas doce veces, por algún motivo cuando tienes prisa, tu mente decide que si pulsas el botón una docena de veces el ascensor llegara antes. Pero no, el trasto tarda lo mismo, pero en cuanto llega y estaba ya casi tirando de la puerta, adivinad, No se para, sigue hacia arriba. - ¡mierda¡ (por tercera y no ultima vez) sigo esperando, todo lo que sube baja, a ver si me recoge a la bajada. Pues no, el trasto pasa de largo. Su puta madre, y vuelvo a pulsar otra docena de veces mientras pensaba: un viaje para subir a por el payaso de arriba, otro para bajar al payaso a la calle y otro para recoger al payaso que os habla.

Consigo legar a la calle, y un pensamiento pasa por mi cabeza: tengo hambre. No hay problema paso por la panadería y compro algo. Me pongo a la cola de la panadería  y comienzo a buscar dinero en los bolsillos. Ni un duro. Mierda. Dejo la cola y voy al cajero de enfrente, donde hay una señora de cierta edad, teniendo unos problemas con el cajero. ¿No va a tener problemas? 

-¡Señora, está metiendo loa tarjeta al revés!
-gracias hijo, a ver si esta va mejor…
-señora, eso es la tarjeta del DIA.
-huy, es verdad, es que siempre viene mi hijo para esto, pero ahora se ha ido de viaje a Marruecos y tengo que comprar comida para el perro que me ha dejado, que siempre es muy bueno, pero a mí me torea y no para de ladrar…

No me lo podía creer. ¿De verdad? La deje con la palabra en la boca y me marche al cajero de al lado donde un hombre parecía que estaba actualizando la libreta, termino justo cuando me comentan que el perro tiene todas la vacunas menos una. Me importa una mierda cual le falta.

Saque 50 euros y volví a la panadería a buscar un puto cruasán, a estas alturas ya ponía el adjetivo puto a todos los sustantivos que se me ocurrían. Pido un puto croissant y le doy el puto billete de 50 euros:

-huy, no tengo cambio.
¿Hola? Esto es un puto negocio, como que no tienes el puto cambio, ¿Qué hacemos con el puto croissant? 

Ve a buscar cambio y vuelves…

Señora, váyase usted, el croissant y su puta madre al parque. Soy el tío que todas las mañanas le compra un croissant. ¿De verdad no me lo fía hasta mañana? 

Déjelo, ya pasare hambre por su culpa…

Llegue al parking, y no encontraba las llaves del coche. –! Venga ya! , a, no, espera están aquí. Y deje de sentir el sudor frio en la espalda. Me subí al coche pensando que seguro que pillaría un atasco, cuando empiezo a pitar: pi-pi. Carburante bajo. Mierda (creo que van cuatro). Pues este llega aunque sea a empujones…

viernes, 20 de abril de 2012

TRES PALABRAS PARA LA DESGRACIA


Todo mi mundo se vino abajo cuando aquel hombrecillo flacucho y medio calvo me miro y me dijo:
-Tiene usted sobrepeso
Tres palabras, no hicieron falta más de tres palabras para convertirme en un marginado, un paria social, un  componente de esa parte de la sociedad marginada y despreciada por sus semejantes. 

¿Cómo había llegado a esto? Es cierto que me gusta comer;  y donde esté un buen entrecot que se quiten las barritas de proteínas, o los preparados alimenticios con los que toca alimentarse en estos tiempos para poder ser uno de los elegidos de Dolce y Gabbanna o Ralph Laurent, o cualquier nuevo gurú del saber estar y de la belleza física absoluta y perfecta.
Se acabó desayunar un par de tostadas con mantequilla y mermelada, se acabó la cervecita muy fría de después de trabajar. A partir de ahora todo serán endivias y pavo, espinacas y pavo, coliflor y pavo. Y si la cosa no mejora, se acabó el pavo.

Comeré lechuga aliñada con agua, zanahorias y habichuelas, y todo esto mientras rezo para que no se me ponga cara de conejo, porque si no, me daría hambre cada vez que me mirara al espejo

-Tiene usted sobrepeso- hijoputa, ya podía haber dicho sífilis, podría ir con la cabeza bien alta al tener una enfermedad que se coge por ser un big fucker, vale un big fucker imbécil, ¡pero no gordo!

¿Qué dirá mi familia? ¡¿Qué dirá mi mujer?¡ Me veré relegado a ser uno de esos tristes que ya no puede ir al pull and bear , porque usa una talla 42, virgen santa, una 42. ¿Qué clase de engendro soy? ¡Me veré obligado a comprarme pantalones en una tienda de barrio! ¡De barrio! Que falta de glamour…

Bueno, bueno. Mantengamos la calma, no es tan grave, todo tiene solución. Cada vez que pongo la radio o la tele están anunciando algún producto maravilloso y milagroso para perder peso sin pasar hambre, sin esfuerzo ninguno y sin dejar de comer tocino y chocolate, un producto mágico  para volver a la normalidad, para ser uno más, para poder mirar a la gente a la cara y decir ¡Si, soy uno más! ¡No me abandonéis! ¡Volved a dirigirme la palabra! ¡A tener en cuanta mi opinión, a ser respetado y querido por mis semejantes!

Haré todo lo necesario, me mataré de hambre, vomitaré lo que coma y pasaré tres o cuatro horas diarias haciendo deporte. Haré todo lo necesario para perder esos dos kilos que me separan de la sociedad civilizada, que me hacen estar en el extrarradio de la felicidad, que me obligan a mirar con envidia y admiración a todos los que me rodean.

Pongo a Dios por testigo que no dejaré que esos dos mil gramos de grasa me transformen, soy una persona cuerda y normal que no se deja avasallar por las bofetadas del destino. Juro por lo más sagrado que Christian Dior estaría orgulloso de mí.

martes, 21 de febrero de 2012

ESTAMOS AHÍ

¿Hola?... ¿hola? ¿Estas ahí?

Si, si que estas. Siempre hay alguien, si no eres tu será algún otro. Igual que siempre hay uno de nosotros. Es más, si no yo, algún otro como ya ha estado contigo. No contigo, perdón, dentro de ti.
Tu no me conoces, no a mí personalmente, pero sabes perfectamente quien soy, sabes de mi desde que eras pequeñito.

Soy de las primeras cosas de las que te protegen. Tus padres ya se preocupan de que no nos acerquemos a ti, te protegen con mantitas muy monas y con graciosos gorritos, pero créeme no sirve de nada.

Fuimos de los primeros seres que poblaron este planeta y continuaremos cuando ya no quedéis ninguno. Intentáis ponérnoslo difícil, pero tenemos una gran virtud, que también es vuestro mayor temor. Nos adaptamos, evolucionamos y cambiamos a una velocidad que os supera. Nuestra visa es corta, pero nuestras generaciones se suceden mucho más velozmente que vosotros. En una generación tuya, han vivido y perecido millones de las mías. La evolución se mide en tiempo, pero también se puede medir en generaciones.

Somos muchos y de muchas clases. Somos débiles y somos intratables. Somos fugaces y somos perennes. Algunos morimos simplemente por tocar el aire que respiráis y otros sobrevivimos en el vacío. Viajamos de uno de vosotros a otro por contacto, por fluidos, a veces solo necesitamos que esteis cerca uno de otro y vuestra respiración hace el resto. Os ponéis ropas gruesas y con mascarillas. ¿De vedad creéis que podéis pararnos?

Creéis tenernos controlados, tenernos debilitados. Si, puede que hayáis encontrado la manera de frenarnos con eso que llamáis antibióticos, vuestro Dios los maldiga, pero recordad lo que os he dicho: Nos adaptamos.

Seguid por favor, seguid tomando, tragando toda esa basura, pero como generalmente lo hacéis, solo lo bastante para debilitarnos, no para eliminarnos. Solo lo bastante para que parezca que nos hemos ido, pero seguimos ahí, aprendiendo y resurgiendo. Lo mejor, es que cada vez que nos encontramos con estos antibióticos, nosotros podemos mutar y eliminarlo. ¿Podéis vosotros crear mas así de rápido? ¿Creéis que podéis ganar esta carrera? Ya os hemos diezmado en el pasado, gripe española, peste negra, viruela… Y tantas que quedan por venir…

Nos odiáis y nos teméis y aun así, vosotros mismos sois capaces de crear nuevos hermanos en laboratorios, para lanzarnos contra vuestros congéneres. Nos habéis utilizado, en la ficción, hasta para derrotar amenazas de otros planetas. ¿De verdad creéis que necesitáis ayuda exterior para hundíos? Si no lo hacéis vosotros, lo haremos nosotros. Nos sobra paciencia, sabemos esperar.

Sabemos esperar…ç

jueves, 2 de febrero de 2012

UNA PEQUEÑA HISTORIA DE RAMON EL SALMON

Hola, me llamo Ramón y soy un salmón.

Quizás si fuera un canguro me llamaría Arturo o si fuera un canario me habrían puesto Mario, pero al ser un salmón, ¿Como me iba a llamar?

Bueno, esta es una pequeña historia de mi vida, la parte interesante, porque, quieras que no, soy un pez y tampoco tengo gran cosa que decir. La parte que sale en los documentales de la tele, la parte en la que remontamos un río para reproducirnos.

¿Os parece raro?, ¿Os preguntáis porque lo hacemos?

Pensad, no es tan raro. Recordad la funcionalidad de las "escapadas románticas". Gente que se va de viaje a Paris para ver la ciudad.

Mentira.

La gente va a follar. Lo del turismo es solo una excusa, ¿que tiene de romántico el turismo? Veamos, pateadas de varios kilómetros, colas interminables para ver museos mucho peores que los que tienes cerquita de casa, suponiendo que vayáis a alguno o malcomer durante unos días para ahorrarse unos durillos. No compañeros, se va a follar. Pues nosotros lo mismo. Tomadlo como una escapadita, un viajecito rápido pero que de rápido no tiene nada.

Nos toca subir todo un río, un río enterito. No tenéis ni idea de lo chungo que es saltar una cascada, probadlo en la ducha a ver que tal os sale, y eso sin contar con los osos. Esta visto que ser un mamífero peludo te hace ganar muchos puntos en la opinión publica.

La culpa fue de las tiendas Natura, por poner a Yogui en la puerta, Como le vas a pillar manía a un bicho al que te abrazas justo antes de comprarte un cacharrico para poner incienso con forma de suricato.

¡Esos osos los quitaron ya!, dirá alguien con voz de niño repelente, da igual el daño ya esta hecho.

¿Que decía?

Ah si, los osos.

Miradlo así, un día decidís que cogereis a vuestra pareja y os ireis a un hotelito a tener una noche romántica, pero sabéis que en el camino os va a salir un monstruo 100 veces mas grande que tu que empezara a darte zarpazos, !Coño, pues no vas¡.

El problema es que a mi no me queda mas narices y si quieres mojar te toca arriesgarte.

Y no creáis que una vez arriba todo es una fiesta. Al fin y al cabo somos un montón de tíos soltando todo nuestro amor.

Ponte en situación, imagínate a un montos de tíos chutando a gol, créeme, a ninguno le gustaría cruzar los ojos con ningún otro en ese momento, pero a mi no me quedan mas narices porque somos un montonazo, no es que no te quieras mirar, ¡es que te estas frotando con otro! digamos que muy poco intimo.

Dicen que despues de esto morimos. Nos ha jodido, como para repetirlo estamos.

Bueno compañeros y compañeras, tengo poco mas que decir, ya he dicho que solo soy un pez, así que un saludo y recordad: pezquenines no gracias, debes dejarlos crecer.