CAPITULO I
El
despertador sonó a las siete, como cada mañana, pero ese día simplemente lo
pare y seguí durmiendo. No me apetecía ir a trabajar.
Desperté
sobre la diez y media y sabia que
tendría que estar trabajando, pero es que simplemente no me importaba y no me apetecía
ir. Ni por un momento pensé en que necesitara el trabajo, en llamar para
excusarme o simplemente inventarme alguna excusa de por que no había ido. Era
solo que no me importaban las consecuencias.
Fui a prepararme
el desayuno, y en la puerta de la nevera estaban los resultados de la analítica
que me había hecho unos días antes. Decía
que tenía el colesterol demasiado alto y
que tenía que hacer régimen, pero aunque lo leí mientras habría el frigorífico,
mi desayuno consto en huevos fritos con jamón, un par de tostadas con nocilla
de segundo y un café con leche.
Recuerdo
calentar la leche para el café y ¿como comprobé si la leche estaba lo bastante
caliente?: simplemente metí el dedo en el cazo. SI, estaba caliente, demasiado
caliente. Me abrase el dedo, pero me pareció la manera mas rápida de saber la
temperatura. Mientras me ponía una
pomada analgésica en la mano, pensé en la estupidez que había hecho y en como
era posible que no hubiera previsto lo que podía pasar.
Después de
desayunar me asome a la ventana de mi piso a fumarme un cigarrillo del paquete
que tenia en la mesita, el cual hacia año y medio que no tocaba. No me
importaba fumar. Allí asomado, vi que se me había caído una pinza de tender,
estaba en la chapa de aluminio que pusieron encima de cada ventana en la ultima
reforma del edificio, y que servia de tejadillo para la ventana. Decidí
recuperarla, así que salte de mi ventana y camine por esa chapa para
recuperarla. Querría comentar que vivo en un séptimo, pero me pareció que esa
pinza era mía y que debía recuperarla. Así que simplemente la recogí, volví a
entrar en mi casa y la coloque en su sitio. Misión cumplida.
También
pensé en el tema del trabajo. Era plenamente consciente de que necesitaba el
trabajo, de que tenia deudas que pagar, de que no esta la cosa para ir faltando
al curro…
Pero es que
simplemente: no me apetecía.
Bastante
confundido, quise salir a la calle a que me diera el aire. Quizás un poco de
sol en la cara me espabilara.
Cruce la
carretera obligando a dos coches a frenar de golpe, pitarme e insultarme con
bastante afán. No me di cuenta de que estaba en pijama y zapatillas hasta que
un hombre paso a mi lado llamándome loco. Y al pasar la lado de una muchacha
muy guapa, simplemente levante las manos y le agarre las tetas, lo que me costo
una enorme retahíla de insultos y que me
cruzaran la cara.
Me quede
quieto, y me senté. Donde estaba. Eso fue en medio de la acera, apoyado en un
árbol. Intentaba entender mi comportamiento, que diferencia había entre como me
había acostado, como una persona normal y me había levantado como alguien que
no tenia en cuenta las consecuencias de sus actos…
¡Eso es! ¡Ahí
estaba la cosa! Era consciente de las posibles consecuencias de mis actos, pero
solo después de hacerlos, no las predecía, no me planteaba que podía pasar.
No tenía
miedo.
El
sentimiento de miedo no estaba en mi cabeza. Cuando se piensa en el miedo, se
piensa en el pánico, en el miedo atroz
que te paraliza por estar en un sitio alto, o en un sitio cerrado, o delante de
un loco con un cuchillo. Pero el miedo y la prudencia van muy de la mano. Cruce
sin mirar porque no tenía miedo de que me atropellaran. Manosee a aquella chica
porque no tenía miedo a las represalias, y estaba sentado en pijama y
zapatillas en medio de la calle porque no tenía ningún miedo a lo que la gente
pudiera decir de mí.
Vale, tenia
claro lo que me pasaba. ¿Y ahora, que?
La parte
buena es que, al carecer de miedo no pude entrar en shock y no tuve el más mínimo
problema en tratar este curioso caso que me acontecía con la mayor sangre fría.
Lo
principal: supervivencia. No me daba miedo la muerte, pero no me apetecía
morirme. Así que tenia que tener presente todas las acciones cotidianas que
podían resultar peligrosas, como por ejemplo cruzar la calle sin mirar, o salir
a caminar por una fina chapa, por recuperar una pinza.
Decidí que
lo mejor por el momento seria volver a casa.
